Vaticano, ponte la tapadera

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Al cuarto día de mi estancia en Roma fuimos a ver el Vaticano. No por la ilusión de verlo, no por la religiosidad que a muchos les inspira,  sino para ver el trabajo que hizo uno de los más grandes artistas Renacentistas: Michelangello Bounarroti  más conocido como Miguel Ángel.

Dentro de la misma Basílica de San Pedro, se esconde la única escultura firmada por el artista: La Piedad. He de decir que me sorprendió, ya que de verla en las fotografías a verla en la realidad me la imaginaba un poco más grande, pero eso sí, el mármol pulido de la escultura sigue brillando en todo su esplendor como si de el más bello oro se tratase.

Embelesada con la Piedad, quería estarme un rato contemplando cada una de los volúmenes perfectos que emergían de ella, puesto que ya me había costado abrirme paso entre el gentío de turistas y no estaba dispuesta a perder mi sitio en primera fila que tanto me había costado conseguir. De repente, el  niño de diez años que tenía a mi lado abrió su cartera, sacó unos cuantos euros y los metió en una especie de caja de madera de medio metro que había delante de la Piedad. Supuse que era para hacer donaciones. De acuerdo, que la Piedad no se conserva sola, se necesita un equipo de restauradores que estén pendientes de ella, pero la Iglesia no es una institución precisamente pobre que yo sepa.

Lo bueno de la Basílica de San Pedro es que no había ni una mota de polvo, así que los que somos alérgicos podemos entrar sin miedo de ahogarnos.

Al salir de la Basílica nos dirigimos, como todo buen turista (o borrego), a ver la Capilla Sixtina que está en el Museo del Vaticano. Después de hacernos pasear durante media hora por todas las salas (sin pararnos en ninguna) frías, calientes, templadas, de arte contemporáneo (que parecía otra cosa), de armarios, de coronas, de vajillas, de cartografía y de tapices (donde tenias la oportunidad de ver a los ácaros bailando) y de otros elementos…llegamos al final a la Capilla Sixtina. Es decir que para verla es necesario entrenar durante varios meses footing (para aguantar el trote de la caminata) i keepboxing (para aparatar a la gente). Pero seguro que valía la pena, o eso pensaba yo, ilusa de mí.

Antes de entrar a ver la Capilla Sixtina ya se podían escuchar claramente los gritos de los “vigilantes” a los pobres turistas. El cartelito lo ponía claro: no fotos, no ropa de tirantes ni minifalda y no hablar.

Las fotos es lógico porqué al fin y al cabo es un museo pero las dos últimas normas son totalmente ilógicas. Y ahora justifico el porqué.

En referencia a la norma de no tirantes ni minifalda cabe decir que al ser un Museo no tiene razón de ser, ya que es un espacio público. Yo no me imagino yendo al Cosmocaixa y que me obliguen a taparme antes de entrar. Vaya estupidez y más teniendo en cuenta que solo obligaban a las chicas jóvenes, puesto que las que pasaban la cuarentena y los hombres no les decían nada. ¿No les parece un poco abusivo? Pues esperen que todavía hay más.

La tercera norma triplica la estupidez de la anterior. La norma de no hablar es tan… ¿algún calificativo razonable? Dejémoslo.

La justificación de esta norma es la misma que la anterior: en un espacio publico cualquier persona puede hablar de lo que le venga en gana (como si me da por hablar mal del Papa) ya que la conversación es privada. Pero claro, dentro de la Capilla Sixtina no. Pero vayamos al ajo: ¿yo no puedo hablar pero los “vigilantes” sí? ¿en qué son diferentes? Porqué, sinceramente cada vez que gritaban se me salía el corazón por la boca del susto. Y los pobres turistas…parecían becerrillos de camino al matadero.

Estuve seis minutos contados en la Capilla sin poder contemplar con tranquilidad el fresco de Miguel Ángel que he estudiado durante años. Salí enfadada, muy enfadada por el abuso de autoridad de los “vigilantes” del Museo del Vaticano. Se nota que todavía no les han puesto las orejas coloradas. Fui pensando en ello mientras me dirigía a por la hoja de reclamaciones del Museo.
Cuando llegamos al despacho del responsable éste nos dijo que no tenían, por lo tanto, como buenos ciudadanos reclamamos una dirección para poder hacer nuestra queja con todo el derecho del mundo.

Salí muy decepcionada del Museo del Vaticano y me arrepiento en gran medida de haber pagado tanto dinero por entrar solo para comprobar los humos que traen. Así que Vaticano, ponte la tapadera.

Desde el Blog de Hydre Lana critico…

  • La ineptitud y abuso por parte de los “vigilantes” del Museo del Vaticano.
  •  La imposición de normas insustanciales e incumplidas (para unos sí, para otros no) por parte del dicho Museo.
  •    La falta de rigor i tacto hacia el visitante.
  •  La falta de hojas de reclamación/queja legales.

Y hago saber que:
  •   Usted puede hacer una reclamación/queja por escrito al Vaticano y al Museo del Vaticano con todo el derecho del mundo.
  •   No le pueden negar la hoja de reclamaciones/queja. En el caso de que no tengan (que no debería ser así porqué no es ilegal) les han de dar una dirección óptima (de correo electrónico, por ejemplo) para poder mostrar el motivo de su insatisfacción.
  • Tienen derecho a una contestación adecuada a su queja.
  •   Si usted tiene una queja y la quiere hacer llegar al Museo del Vaticano o al Vaticano escriba un correo a estas direcciones.
àscavi@fsp.va.



H.Lana




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