Reseña: ‘Cómo pensar como Sherlock Holmes’, Maria Konnikova

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Segundo libro científico que leo a finales de año con tal de mantener las neuronas despiertas y en su máximo apogeo. Sin obviar, por supuesto, que como fan de Sherlock Holmes, no está de más entender –aunque quede patente en los libros-, su forma de pensamiento racional, lo que en términos científicos se conoce como pensamiento inductivo, aunque Doyle y Konnikova (esta última con intención de respetar la literatura original) lo nombren como pensamiento deductivo.

En este libro la autora hace alarde del pensamiento lógico que Holmes demuestra en todas y cada una de las aventuras y crónicas relatadas por Watson. Se dirán que esto es una completa estupidez, pues Holmes es de ficción. Pero ¿y si les digo que Joseph Bell, el mentor de Doyle está inspirado en él y que éste existió de verdad? ¿Y si les cuento que gracias a las técnicas del detective asesor Conan Doyle pudo probar la inocencia de dos hombres que iban a ser sentenciados injustamente?

Cuándo leí por primera vez las aventuras de Sherlock Holmes tuve la intuición que su lógica se sustentaba en el método científico, basándose en una meticulosa observación y una extenúa memorización (el desván mental existe y es una técnica de memorización de la que hay hasta concursos). Esta novela trata precisamente sobre eso, sobre la ciencia del razonamiento, la memoria y la creatividad , para conseguir una mente más objetiva y aprender a discernir hechos de impresiones.
Piadós Transiciones, la editorial que publica la novela que nos ocupa tiene un montón de títulos dedicados a la neurociencia, a los que estoy deseando hincar el diente. En término figurativo, se entiende. Como ya se ha comentado, el libro, que dígase de paso, no es sencillo de leer y exige al lector la concentración del saber lo que se está leyendo, de razonar y de aplicar.

Una novela perspicaz, que utiliza como excusa al detective más famoso del mundo , para explicar las estrategias mentales de la percepción, aplicándolo a cómo Holmes resolvía sus casos de forma lapidaria. Como todo buen relato científico que se precie, no se puede excluir que debajo haya una buena dosis de documentación, en este caso, esta información y los estudios que se citan dentro deben ser de la máxima actualidad posible y deben estar organizados.

El gran pero de este libro es que estos estudios que se mencionan no están bien citados, ni siquiera hay una referencia al año, al autor o al nombre completo del estudio al final del libro. Tomemos por ejemplo una cita de estudio cualquiera que nos propone la autora en la página 15: ‘estudios realizados en los últimos años han revelado que pensar en estado meditativo (…)’.
¿En qué estudio? ¿De qué fecha? ¿Quién lo hizo? ¿Quién lo subvencionó? No me basta con que Konnikova diga al lector que un estudio dio como resultado esto o aquello, quiero que como buena científica, me añada como mínimo una bibliografía o por lo menos, dónde puedo encontrarlo para sacar mis propias conclusiones. Para los que estamos familiarizados con el método científico, sobretodo en lo que se refiere a tesinas y tesis, este es un error imperdonable y más en el periodismo y en el mundo académico. Porqué no cuesta nada completar las menciones a estudios con una bibliografía al final, además de ser un libro más serio con el método, daría manga ancha al lector para informarse por su cuenta.

El libro está dedicado a Geoff, que en los agradecimientos nos cuenta que es su marido. La autora empieza con la siguiente frase de W.H. Auden, poeta y ensayista británico.
Controlar la atención –prestar atención a esto e ignorar aquello- es a la vida interior lo que elegir cómo actuar es a la vida exterior. En los dos casos el hombre es responsable de lo que elige y debe aceptar las consecuencias. Como diría Ortega y Gasset: <<Dime a qué atiendes y te diré quién eres>>.
Eso ya da una idea de por dónde van a ir los tiros. La primera edición es de junio de 2013. Este libro arrancó como una serie de artículos en 'Big Think' y 'Scientific American', y al final se incluyen lecturas recomendadas por capítulos, con índice analítico y de nombres.

Me hace gracia que en la portada se cite precisamente a Steven Pinker cuando Pinker fue el director de la tesis doctoral de la autora en la Universidad de Columbia, lo que no queda ni profesional ni objetivo. Hay otro dato que me escama: en el interior de la biografía de la autora se nombra que es psicóloga y en cambio en la contraportada se dice que es psicóloga y periodista ¿en qué quedamos? De hecho el buen periodista siempre cita las fuentes, y en este libro las fuentes brillan por su ausencia. A nivel personal, me da rabia cuándo se usa la profesión de periodismo para dar credibilidad a un libro o a un comentarista de TV, tanto monta, monta tanto, que total, como hay a patadas, todo el mundo puede ser periodista aunque no sea así. Mirad a la Carbonero. Konnikova es psicóloga, y escribe en algunos medios, pero NO tiene la carrera de periodismo. Por si se lo estaban preguntando. En fin.

Volviendo a la novela, se dice que este libro puede ‘desvelar los entresijos mentales que nos pueden conducir  a un pensamiento más claro y un conocimiento más profundo de nuestro entorno (…) Este libro explora los métodos únicos de Holmes para alcanzar la atención plena, unas dotes de observación extraordinarias y una incomparable capacidad de deducción lógica (…) Muestra como cualquiera de nosotros con autoconciencia y un poco de práctica puede utilizar estos métodos para mejorar nuestra percepción, resolver problemas difíciles  y desarrollar nuestra creatividad. Este libro se dirige tanto a los seguidores de Holmes como a sus lectores esporádicos, y nos revela como el detective más perspicaz del mundo puede ser un mentor sin precedentes para mejorar nuestra mente’.  

Y hasta aquí la sinopsis. Voy a ser sincera: mejor lean los libros que escribió Doyle porqué este es más bien una novela científica complementaria. Si quieren mejorar la mente, aprendan cosas nuevas, desafíense a hacer actividades que pensaban que no podrían hacer. Y verán como mejora. La mente es práctica: si no se usa, se oxida, se reblandece, necesita ejercicio, llámenlo aprender un idioma, pintar, cocinar, leer escribir o hacer deporte. Si tienen clara esta premisa, que sepan, les acabo de ahorrar 285 páginas. En lo que se refiere a la observación: hagan solo  caso de los hechos y memoricen lo que piensen que les puede ser útil. No hay más.

El libro, como antes he comentado, está ordenado por ocho capítulos: El método científico de la mente, El desván del cerebro: qué es y qué contiene, Amueblar del desván del cerebro: el poder de la observación, Explorar el desván del cerebro: el valor de la creatividad y la imaginación, Usar el desván del cerebro: deducir a partir de los hechos, Mantener el desván del cerebro: no dejar nunca de aprender, El desván dinámico: atando cabos y Errar es humano, además del epílogo.

Pese a todo lo citado anteriormente, el libro aporta más cosas buenas que malas –es mi obligación comentar en un post tanto lo bueno como lo malo, puesto que sino ni mis críticas ni mis reseñas serían completas-. De este libro se aprende el término multifuncional y que el cerebro no está hecho para tal, sino solo para prestar atención a una cosa (el término multifuncionalidad, de toda la vida lo conozco como ‘modo piloto automático’) que nos impide observar. La autora deja ya claro en el prólogo que no es lo mismo ver que observar (también lo dice Holmes, pero bueno) y hace hincapié al término mindfulness ( ella lo utiliza como sinónimo de ‘atención consciente’ o ‘consciencia plena’) del que William Jones, el padre de la psicología moderna escribió:
El cerebro humano no está hecho para la multitarea, un modo de atención que imposibilita la atención consciente.
‘Lo que Holmes dice realmente a Watson cuando compara ver con observar es que no debe confundir la posibilidad de la falta de atención con la participación activa de la atención consciente. (…) A medida que crecemos, la displicencia aumenta de manera exponencial. Cambiamos la deducción y la curiosidad innatas por una colección de hábitos pasivos y mecánicos. (…) Ahora tenemos (o creemos tener) cosas más urgentes que atender y otras exigencias en las que centrar nuestra mente. Y cuantas más cosas reclamen nuestra atención –porqué la presión por actuar en modo multitarea exige una proporción cada vez mayor de nuestro tiempo- menor es la atención verdadera. (…) Nos pasamos buena parte del día en un estado de inconsciencia’.
El rigor del pensamiento de Holmes es una realidad: observación, inferencia y deducción. De lo primero es de dónde parte el método científico, parece algo tribal, pero es una acción que pocas personas realizan. Como cuenta la autora:
‘El método científico empieza con una amplia base de conocimientos, con una comprensión de los hechos y los contornos del problema que queremos abordar. (…) El ideal científico se caracteriza por un escepticismo y una mentalidad inquisitiva y curiosa en relación con el mundo. Nada se acepta porqué sí’.
Para que el cerebro pueda entender algo, tiene que creer en ese algo aunque sólo sea en un corto intervalo de tiempo. Por ejemplo, si estamos muy preocupados, con un nivel alto de estrés o simplemente arrastramos el agotamiento, podemos dar algo por cierto sin dedicar tiempo a comprobar –sin pensar- que existe la posibilidad de que no lo sea. Esto se explica porqué la mente no puede abarcar un gran número de exigencias al mismo tiempo, así que de lo primero que prescinde es de el proceso de verificación. El truco de Holmes –y de los que nos dedicamos a la información- es una buena dosis de escepticismo, combinado con voluntad y dedicación.

Konnikova también habla en el libro de ‘el desván del cerebro’, algo que sin duda, a los Holmesianos no les sonará a chino. Incluso la serie británica de la BBC, ‘Sherlock’, no pudo evitar utilizarlo y ejemplificarlo en esa maravillosa escena en modo sofá de ‘Estudio en rosa’ (‘Estudio en escarlata’ en la historia original) cuándo Holmes dice eso de ‘¡¿Y qué me importa a mí (que la Tierra gire alrededor del Sol)?!’. De hecho el propio Holmes describe el desván así:
‘El cerebro es como una pequeña pieza vacía que vamos amueblando con elementos de nuestra elección’.
En otras palabras, por lo que hemos absorbido del mundo y nuestras vivencias, aquellas que queremos conservar, es decir, todo aquello que después de almacenarlo en el hipocampo, y que consideramos como importante se almacenará en la corteza cerebral. Es por ello que recordamos y rendimos mejor cuándo algo nos interesa o motiva. La autora también hace especial inciso en los prejuicios, de los que nadie se libra, y nos insta a probar el Test de Asociación Implícita (IAT, en sus siglas en inglés y que el lector puede hacer en la web implicit.harvard) haciendo hincapié en el ‘efecto halo’ en el que si un rasgo de una persona nos parece positivo, es probable que también nos parezcan positivos otros aspectos de la misma y rehagamos constantemente aquellos que no nos encajen. Al igual que el entorno, preactiva o no la mente para una actitud positiva, influye directamente en qué nos fijamos y cómo evaluamos el mundo. La autora también expone que
‘la mente está hecha para vagar, como estado natural. Cuando estamos de mal humor vemos, literalmente, menos que cuándo estamos alegres: la corteza visual recibe menos datos del mundo exterior’. Respecto a la atención, ‘cada vez que le exigimos algo más, como escuchar música al pasear, consultar el correo electrónico mientras trabajamos o seguir varios canales de noticias por internet al mismo tiempo, reducimos lo que se centra en algo dado y con ello, nuestra capacidad de ocuparnos de ese algo de una manera consciente. Además nos agotamos. La atención es un recurso no solo limitado, sino también finito’.
Por eso hay que fijarnos en todo lo que tiene importancia para conseguir nuestro objetivo. ‘La ausencia puede ser tan importante como la presencia. Y no elegir también es una elección, porqué toda inactividad conlleva una actividad contraria’. Hay algo que he encontrado sumamente motivador del libro: ‘las personas, las organizaciones y las instituciones que toman decisiones suelen rechazar ideas creativas por mucho que de cara al exterior digan que la creatividad es un objetivo importante y casi fundamental. ¿Porqué? Adoptamos una actitud inconsciente contraria a las ideas creativas parecida a las actitudes  que subyacen en el racismo o en las fobias’. Un ejemplo: Walt Disney fue despedido de un periódico por falta de imaginación.

Como dijo Einstein, que por cierto, a parte de un gran físico era un hombre que tenía mucho humor:
‘la imaginación es más importante que el conocimiento. El conocimiento es limitado. La imaginación abarca el mundo.’
En el caso de una investigación esto nos sirve para atar hechos que pueden o no tener relación hasta que cobran sentido. A veces, para lograrlo es preciso, como nos cuenta la autora, distanciarse mental o físicamente, lo que les parezca mejor en la ocasión. Por eso mismo encontramos soluciones o grandes ideas cuándo paseamos o nos duchamos, porqué la mente se relaja, pero igualmente, de forma inconsciente, le da vueltas al problema hasta solucionarlo. Funciona, y por experiencia, da buenos resultados (pruébenlo cuando tengan la decaída de la página en blanco).

Konnikova también expone una de las técnicas que se hace servir en periodismo y en historia: el relato. En relación a que será más probable que nos creamos algo y lo encontramos más convincente si va acompañado de gran lujo de detalles.

Por poner peros: en la página 205, expone literalmente que ‘los grandes hombres no caen en la autocomplacencia’. Por meter el dedo en la yaga ¿quiere decir que las mujeres sí? ¿es correcto utilizar el masculino para generalizar a ambos géneros? Ahí cada cual. En lo que a mí respecta –y debería si se se mujer- es corregir ese lenguaje para dejar de fomentar este machismo gramatical. Otra cosa que me escama es el papel que Doyle, en las hadas de Cottingway, esas fotografías de niñas con hadas de 1920, que se tomaron como reales y que la autora justifica, aunque  se obvie el hecho que Doyle se dio al espiritismo, lo que no genera mucha confianza. Y el hecho por el que se da a la corriente espiritista y que en el libro se omite por completo es por el factor humano: Doyle quería ponerse en contacto con su hijo, Alleyne Kingsley (1892-1918), que murió por una neumonía durante la guerra, por ello se sirvió del espiritismo que proponía Allan Kardec.

La autora, para demostrar que el lector está prisionero de su conocimiento propone que imaginemos un tigre, anaranjado, blanco o negro, y después nos dice que este último no existe. Pero con una lectura avispada bien se podría haber imaginado un tigre de tasmania, nublado, persa, de java…en realidad, el término ‘tigre negro’, propiamente dicho no existe, pero el tigre maltés sí que podría existir, aunque no son totalmente negros. También hace referencia a el pulpo imitador (alias, pulpo mimo).

En este libro estoy totalmente en desacuerdo con la autora porqué compara la mente de Holmes con la mentalidad de un cazador. Cazar es un acto terrible de especismo (término acuñado en 1970 por el psicólogo Richard D. Ryder) y compararla con una actividad tan cruel y sangrienta no solo es un insulto al lector y al admirador de Holmes sino también a todos los animalistas. Podría haberlo comparado, por ejemplo, con un fotógrafo, en vez de con una actividad en la que se mata por placer y que el que la practica debería hacerse mirar eso de que le cause placer el sufrimiento ajeno. Dicho lo cual, estas páginas que van desde la 253 hasta la 261, me ha provocado más repulsión que otra cosa, dejando un mal sabor de boca al lector que tenga un mínimo de integridad moral.

Finalmente, para darle un poco de cancha, concuerdo con Konnikova  en decir que el coeficiente intelectual  no puede medir la inteligencia de una persona, básicamente porqué existen diversos tipos de inteligencia: espacial, temporal, efectiva, lingüística, musical, lógica, matemática, corporal, emocional, naturalista e intrapersonal. Y TODAS se pueden mejorar con voluntad porqué nadie nace sabiendo.
4/5
★★★★

Imagen: casadellibro
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15 comentarios:

  1. Como ya te dije en entradas anteriores, la ciencia no es lo mío, y tampoco soy fan de Sherlock Holmes, a pesar de que es un personaje que siempre me ha parecido interesante. Seguramente este libro se me haría muy pesado, así que no creo que sea para mi.

    Besos!

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    1. ¡Hola Mary-Chan!

      Por supuesto, para gustos, colores. Leer debe ser un placer, no una tortura y cada uno es libre de elegir entre el género que más le guste. Aunque yo voy picando, como los pollos.

      Un besoteeeee

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  2. Dios, esta reseña me ha recordado a los años de mi carrera xD yo estudié Psicología y dimos muchas de las cosas que comentas. A mi la verdad es que no me gusta leer libros tan científicos ya que, como dices, prefiero leer a Sherlock Holmes original (que por cierto, aún no lo he hecho y estoy deseando).

    Cuando has comentado lo de las citas, te he entendido perfectamente. A mi en la carrera me dieron un montón de caña con las citas y cómo ponerlas apropiadamente. En todos los textos científicos hay que hacerlo, para que la persona pueda ir a la fuente original si le interesa. Y vamos, ya te digo que yo he estudiado Psicología y también me enseñaron eso xD (como a todos los que han estudiado con textos científicos).

    En fins, que me lio xD que es un libro que la verdad no me llama mucho. Para pensamiento inductivo y este tipo de cuestiones, puedo leerme tesis que ya me leí durante la carrera.

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    1. ¡Hola Sorasaku!

      Compartimos esos años locos de carrera con la nariz metida en tesis, trabajos y libros hasta las trancas. Uffff!! Vaya época, no lo repito ni de guasa. Sherlock es mucho más ameno que el mazacote de esta reseña, y también más entretenido por su cinismo y mala leche. Doyle le odiaba, y eso que él era su creador.

      ¡Es eso! En el mundillo académico te machacan hasta las trancas: que si las citas, que si la bibliografía (no sé si te pasaba pero a mi me controlaban hasta a ver si ponía los puntos y el punto y coma en su sitio, que manda castañas) que si las citas indirectas, que si la webgrafía que si...y luego llega esta señora y ves que se lo pasa por el forro de dónde la espalda acaba su casto nombre, y oye, no le soples, que es autora y claro. Lo que tiene la hipocresía académica (vamos a ser sinceras y decir que ahí el trabajo de los catedráticos se lo hacen los becarios y que es un mundo que funciona por pura hipocresía, por ello han permitido esto).

      Yo insisto en que no te lo leas, que es un tostón. Hay mejore cosas que hacer en la vida.

      Un besoteee!!!

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  3. Hola, me he leído la entrada de punta a punta y debo decir que me gusta más leer tu análisis que el libro en sí, más cuando dices que nos has ahorrado leer todas las páginas del libro jaja
    Por otro lado, hay muchas cosas que concuerdo, como aquello de que la atención es finita, que no podemos hacer mil cosas a la vez, porque todo lo hacemos a medias y nos cansamos muchísimo más.
    Este tipo de libros no me llama la atención para nada, siempre salgo para atrás, como cuando leía libros de otras personas que querían analizar la obra de Tolkien, como por ejemplo, el mismo Christopher Tolkien cuando hablaba de lo que quiso decir su padre en tal parte... o sea, no.
    Gracias por la reseña tan esclarecedora y más aún con los datos de psicología que has dado jeje
    Saludos!

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    1. ¡Hola Irissë!

      Te agradezco muchísimo que hayas tomado tiempo para leer la entrada entera, porqué soy consciente que me he explayado a base de bien y me ha quedado algo así como si cogieses 'El Quijote' y lo reescribieses en verso.
      Haces bien en no leer el libro, que es una alcachofa y ya con una que lo sufra y haga un resumillo hay bastante. Por supuesto se aprende, pero es algo, que también se puede aprender con cualquier libro de por ejemplo, Elsa Punzet sin tanta vuelta de tuerca y reverberación.

      Un besoteee!!

      Ps: Christopher es otro al que se la va la pinza a base de bien. Eso o tiene mucho tiempo libre.

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    2. Así es, seguramente tiene muchísimo tiempo libre Christopher ;)

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  4. Te haré caso y seguiré deleitándome con Doyle... aunque el libro parezca interesante lo que realmente me atrae es lo que tú dices del libro y no creo que me deje mejor sabor de boca que las obras de Conan Doyle... bueno es de agradecer una nueva propuesta (apuntada queda por si me la encuentro) Genial reseña y reflexión sobre la misma... un beso enorme y es un placer volver a pasar por tu blog¡¡¡

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    1. ¡Hola Francis!

      Sí, hay una diferencia abismal entre la comida mental de este libro y lo que escribió Doyle. Mil veces mejor el segundo autor, y total, se aprende lo mismo, y encima Sherlock es todo un personaje en mayúsculas, un sociópata antisocial de narices que se dedica a poner verde a la policía y a todo el que pille que piense que es más tonto que él. No tiene desperdicio.

      Este es un libro que no aporta nada nuevo, así que es totalmente prescindible, sobretodo porqué no entra en la clasificación de 'lectura animada', sino todo lo contrario.

      Gracias por pasarte y quedarte por este pequeño rincón virtual.

      Un besazo!!

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  5. Hola Iris! No conocia el libro para nada pero ¡Dios! Necesito leerlo, a este y a la primera parte. No se todavia como no lo conocia... me dejaste cautivada con tu reseña!
    Primero que nada, me encanta el genero del misterio o suspenso, todo aquello que incentive a pensar y razonar para descubrir algo. Y si bien no es una historia, que use a un gran detective para explicar el funcionamiento del cerebro, es geniaaaal.
    Lo necesito!! Gracias por la reseña ♥ Me encanto!! Te sigo, te espero en mi blog ;)
    Nos estamos leyendo ,saludos! Anto

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    1. ¡Hola Antonella!

      Lo bonito de la psicología es que intenta desentrañar un misterio más grande que el universo: el cerebro humano. Es como el mar, sabemos que está, que existe pero conocemos muy poco cómo funciona. Entre eso y que normalmente los psicólogos acaban cazando moscas a base de bien -no debe ser bueno escuchar siempre los problemas de los demás y ponerles freno- pues es una profesión un tanto durilla. Eso sí, hay que reconocerle a la autora que el planteamiento es bueno y engancha porqué invita a prestar atención a cada psique que propone ligándola con el famoso detective.

      ¡Gracias por pasarte por aquí!

      Un besoteeee!!!

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  6. Leí este libro hace como dos años, aaaadoro a Sherlock Holmes ♥
    Y pues, no conocía tu blog pero me ha gustado mucho y me quedo por aquí, ya te sigo :D
    Y si gustas, te invito igual a pasar por el mío :D
    ¡Saludos y nos estamos leyendo! ♥

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    1. ¡Hola Chester!

      Comprendo perfectamente el sentimiento: yo también adoro a Sherlock Holmes. Debe ser uno de los pocos personajes del que siempre se aprende algo nuevo y eso ya es raro de decir, ya. Es único e incomparable. Quién pudiese vivir en el 221B de Baker Street, ¿verdad?

      ¡Gracias por pasarte! Ahora le echo un ojo

      Un besoteeee!!!

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  7. ¡Hola guapísima!

    No soy una amante de la ciencia, ya lo sabes. Pero sí que me gusta Sherlock Holmes. He visto más pelis y la serie, que leer libros pero ... yo creo que es porque el punto definitivo para que me gustará lo puso la serie británica y Cumberbacht como Holmes. Sus métodos de deducción son brutales.

    No me leería el libro. Si lo empezase podrían pasar dos cosas: 1.que lo dejará poco después de empezarlo; o 2. que tardará años en terminarlo. Jajajajaja

    Yo soy más de lectura de ficción, pero científicos y que me hagan pensar? uff creo que no. Jajajaja

    Un besote guapaa

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    1. ¡Hola Eva!

      Lo sé, lo sé. Tengo que confesar que yo tampoco lo era y mira, empezé cogiéndole el gustillo a esto de la ciencia en cuanto acabé de estudiar. Pero la culpa de todo, se la echas a Tom Cavanagh. TODA. Y a Nikola Tesla.

      Los libros son mejores que la serie siempre, aunque con lo que tardan en sacar nuevas temporadas estaremos en el año 3.000 y todavía no habrán sacado la cuarta.

      Un besoteeeee!!!

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