Un 70% de las mujeres sexualmente activas contraen el virus del Papiloma Humano (VPH), pero cabe decir también que con la misma facilidad que lo contraen lo eliminan y sólo un 8% de la cantidad citada anteriormente se desarrolla. No es un desarrollo precisamente rápido, sino que éste puede llevar unos 10 años a producir pequeñas lesiones e incluso otra decena más a convertirse en cáncer (cérvix o útero).
Hay que tener en cuenta que el cáncer de cuello de útero es la novena causa de muerte en mujeres con un 0,03% del total, y no la primera como algunos insisten y se puede detectar mediante una citología. Dicho esto, sentemos las bases de los viejos argumentos que nos hacen pensar que la vacuna contra el VHP (alias Gardasil) que se encuentra en el calendario oficial de vacunaciones español (de 11 a 15 según comunidad en la que se viva) es 100% efectiva y elimina el riesgo de contraer dicha enfermedad. El porqué de la cuestión punta en el hecho que se vacuna sólo contra dos de los 15 tipos de virus potencialmente ontogénicos (16 y 18). Hasta hace poco la principal argumentación para vacunar a las niñas era que los dos tipos de VHP anteriores producían aproximadamente el 70% de los casos de cáncer, cuando en realidad no hay ninguna evidencia de que esa teoría sea cierta, según González-Bosquet y Gómez-Román el 16 y el 18 no sobrepasan el 30% de los casos, mientras que el 51 y el 52 son los responsables de muchas de las muertes.
Por los argumentos anteriores podemos decir que es falso hablar de una vacuna contra el cáncer de cuello uterino, ya que sólo afecta a dos tipos, y por tanto, podría suceder (recordemos que los virus son capaces de cambiar su ADN y por ello es un poco complicado encontrar la vacuna) que los otros virus ocupasen el “lugar” que los tipos 16 y 18 han dejado vacío por lo que el cáncer no disminuiría. Sobre estas conjeturas el tiempo no dará la razón hasta pasados 20 o 30 años, cuando las niñas que se vacunaron en su momento estén en la edad en la que se producen el cáncer de cuello de útero.
Me abstengo en tal caso de hablar de los efectos secundarios de dicha vacuna, puesto que los podéis leer aquí y por si queréis contrastar, también aquí. Ambos artículos y diversas publicaciones al respecto, sobre todo, la entrevista que El Mundo hizo a uno de los médicos y que podéis curiosear en este link, me hizo llegar una intensa olor a chamusquina procedente de un conflicto de intereses entre la industria farmacéutica y el sistema sanitario tan acuñado actualmente a irse al garete. Cabe decir que la vacuna, comercializada inicialmente en 2007 en nuestro país cuesta 450 euros que el Sistema Sanitario se encarga de pagar impunemente.
Una de las crecientes novedades que ha salido a la luz sobre los efectos graves de la vacuna es el síndrome de Guillan-Barré, un trastorno neurológico, que dicho un poco por encima, ataca al sistema nervioso periférico y se “come” la capa que recubre los nervios, lo que provoca que éstos a su vez, no puedan enviar señal correctamente y los músculos pierden la capacidad de respuesta a las órdenes del encéfalo. En distintas palabras: no se siente calor, dolor e otras sensaciones que no atañeré a describir, a más, por supuesto de paralizar los músculos del cuerpo. Nada comparado con el rendimiento presupuestario de la empresa farmacéutica. Porqué queramos o no, la salud, es un negocio muy rentable.
Fuentes: Periódico Diagonal, Medeline Plus,
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