Reseña: 'Lluvia en tu habitación', de Paola Predicatori

Angustiosamente noño con una mezcla de embriaguez emocional y escéptico amorío 

son las palabras que llevan a definir esta novela que, recordando a la narrativa de Lévy 

–respecto al tema romanticón- es un tostón coagulado. 

Con la sensación manifiesta de otros problemas representativos, que dan que reflexionar 

al lector y de los que no se reflexiona nada, pese a aportar –no luz- sinó actividad, surge 

la pregunta ¿Siempre han de palmar los padres? Si no palman, ¿Por qué siempre los 

ponen cómo tontos? En realidad, ambas preguntas están relacionadas. Es una realidad 

social que los adolescentes – algunos, que lo que flota es la mierda- tratan a los padres 

de idiotas, tontos o necios. Cuando, a menudo, resulta todo lo contrario. Sólo hay que 

hacer ver qué…

Tampoco ayuda la lentitud narrativa, casi aborrecible, con la que la autora desenvuelve 

la historia con la misma velocidad que un caracol con rinitis. Los únicos que se salvan -

por salvar algo- son los recuerdos familiares repletos de sentimiento. Enamoradizos, que 

podría haber obviado escribir y fiestorrios, que también podría haber soslayado, o metido 

en la papelera de reciclaje, según gusto de cada cuál. Lo que a servidora le abre un montón 

de preguntas cómo ¿La vida de los adolescentes, se centra en eso, cómo se empeñan 

constantemente en retractar los libros? ¿Tanto éxito tienen los temas para repetir una 

y otra vez el mismo discurso? Sexo, amor, fiestas, desamor, alcohol, rebeldía… Los 

personajes tampoco se salvan. De la protagonista, puedo llegar a entender el sentimiento 

de pérdida y desazón, pero no su inmadurez de ramado de vacada. Y por supuesto, 

el masculino tampoco cabe en sí, ni en el discurso, recordando de forma peyorativa 

al típico niñato que tan de moda se ha puesto: casado de la vida, que le da igual todo, 

con actitud flácida, la versión deshecha de la estupidez humana. Seguro que habréis 

visto parejas en la que es ella. Ella la que abraza, ella la que besa, ella la que...él el que 

deja los brazos caídos, como sin no formase parte de nada, como si fuese una situación 

externa, como si ella le importase una mierda, probable hecho constatable por su 

actitud. Añádase la pinta de macarra para tener la compota. 

Todo ello me lleva a compadecer -debidamente y con razón- el personaje de abuela, el 

único con cierto interés trascendental, del que la autora no trasciende nada.

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