Crítica: ‘El cumpleaños de Ariane’

Es rara de narices. La película, digo. Una no se entera de nada hasta a cinco minutos del final. No digo con ello que sea una película compleja que insta a la reflexión, se asemeja más a un cuento con actores de teatro. De hecho, al inicio, ya advierte al espectador que es una fábula del director, Robert Guédiguian (Lady Jane (2008), Las nieves del Kilimanjaro (2011), Una historia de Locos (2015)).

La historia explica cómo Ariane (Ariane Ascaride, la mujer y musa de Guédiguian), decide irse de su propia casa después que su marido y sus hijos la hayan dejado plantada el día de su cumpleaños. Así que decide no mirar atrás, coge el bolso, la chaqueta y sale por la puerta para no volver jamás. Pero a Ariane le empiezan a pasar cosas muy raras: se encuentra personas bailando salsa en un embarcadero, a un ‘inglés’ que no habla inglés y que escribe poemas (Jacques Boudet), un taxista que escucha música clásica y que es un snob de la cultura (Jean-Pierre Darroussin), a una tortuga que da consejos (voz de Judith Magre), una joven que trabaja de prostituta para mantenerse por sí misma (Lola Naymark), un vigilante inmigrante que echa de menos sus animales enlatados en formol (antes era vigilante del Museo de Historia Natural interpretado por Youssouf Djaoro) y acaba dónde nunca pensó que acabaría: disfrutando de la vida y ayudando a los demás de una forma muy peculiar.

 Ariane en una escena con Raphaël (Adrien Jolivet). La protagonista esperando a qué hacer con su vida.

Esta película francesa de autor duró una semana en cartelera, como toda cinta independiente que se precie. Después se deja paso a otras que puedan hacer más dinero, como no sé, ‘Los juegos del Hambre’. Los personajes que suceden a Ariane son tan peculiares como variopintos y están tratados de forma un tanto superficial.

De hecho, la película ya empieza de una forma un naif, con un inicio de música clásica y la cámara enfocando a una chica haciendo pastel. Una chica que, como confirma el taxista loco ‘es una catástrofe ambulante’. La música de Schubert es un extra, al igual que la tortuga habla y suelta eso de ‘debe ser genial no saber a dónde se va’, respecto al periplo que está viviendo la protagonista.

El título en español es de traca, ya me dirán que tiene que ver ‘El cumpleaños de Ariane’ con ‘Au fil d'Ariane’ (Al hilo de Ariane). A medida que avanza el film se dispersa hacia derroteros cada vez más oníricos, que no acaban de cuajar. Aunque claramente, el director ha querido hacer su propio homenaje a esa heroína que descubre sus ‘poderes’ alejándose del mundo conocido que la rodea, no deja claro, en todo ese batiburrillo delirante, la posición clara respecto a la prostitución.  

Tortuga, Ariane y Jean-Pierre Darroussin. 

Abundan los diálogos sencillos y rápidos, obra del guión escrito por el propio director y Serge Valletti (Balles perdues (1983), Tous les chagrins se ressemblent (2002)) y no se puede evitar que la protagonista genere cierta empatía. Pero la película va decayendo en algo que no transmite, no genera alegría, tristeza, ni siquiera rechazo. Sólo deja pasar el tiempo en algo que está ahí por estar, como la verdura sin sal, sigue siendo verdura pero insulsa. Igual que la película que nos ocupa, y  resulta que el único atractivo para el espectador es saber cómo acabará todo el tinglado.
 
El espectador entenderá al final. Y no, no es porqué el director haya tomado una ración más de fondue, no. Seguro que a cada minuto que pasa el alucine y la perplejidad van en aumento y ya les digo que es normal. Pese a ello, es disfrutable porqué deja en ascuas y con un nivel in crescendo de delirio hasta el, digámoslo así, desenlace, como término adecuado.

2/5

★★★★★

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Fuentes: IMDB, Filmaffinity.
Imágenes: www.mikrosimage.eu, www.hollywoodreporter.com, newly.gr, www.lafermedubuisson.com

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