Reseña: ‘¿Te parece bonito? Pues es rodaballo’, Fernando Martín

¿Eres consciente de que la nevera hay que abrirla despacio y sin hacer ruido porque el zumo está concentrado?

Lo que me he reído con este libro no es poco. El título ya da una idea al lector de por donde van a ir los tiros. Concretamente, trata los juegos de palabras y el absurdo.

El absurdo es una palabra relegada a segunda, como sinónimo de menosprecio, porqué es la antítesis, la kriptonita de la razón, es lo ilógico, lo que no tiene sentido, lo irracional. Pero también se atañe a lo extravagante, es decir a ‘lo no normal’, y a supuestas, hoy en día es una palabra con una implícita minusvaloración.

Servidora la entiende en un contexto más amplio: lo absurdo va más allá. Bien planteado conforma conforma todas las palabras positivas del párrafo anterior. Bien hecho es un sano ejercicio de reflexión, otrora de una exposición de inteligencia. El libro es en realidad, un brazo más del programa de radio mañanero ‘¡Buenos días Javi y Mar!’, de ‘Cadena 100’. No me pagan por hacerles publicidad, pero ya llevamos con ellos siete años de soñolientos despertares y es el único programa donde no hacen bromas telefónicas pesadas y no taladran con las desgracias del mundo. Así que desde que a eso de las 9:20 empezaron con ‘La encuesta absurda’ (que ya lo dice el nombre, es todo muy absurdo, como el libro), con Fernando Martín, es inevitable el apoltronar el culo en la silla y poner la oreja (da igual que sea en podcast).

‘La encuesta absurda’ consiste en eso, hacer una encuesta absurda por teléfono y al primero que le coge el cacharro le pregunta cosas como ‘¿Platón es el hermano de cucharón?’, ‘¿Qué le parece que las personas que toman viagra lo hagan porque no les queda otra erección?’, ‘¿Qué prefiere: Plácido Domingo o Jodido Lunes?’, o  ‘¿Qué le parece que cuando clavamos un cuchillo a un limón, este se encuentre en estado cítrico?’ La cuestión es que el que ha cogido el teléfono no puede evitar reírse, además de ser una forma la mar de positiva de empezar la mañana.

Así que al encontrar el libro por casualidad en una plataforma de lectura por móvil –pagando, se entiende- fue un gozo para los sentidos, en un mundo cada vez más dado a las desgracias ajenas. Dividido en 12 capítulos cortos que están titulados a cada cual más ingenioso: ‘Tengo sed, en japonés se dice Kiro Masawa’, ‘Un político no cree en el más allá porqué no cree en una vida mejor’, ‘Los medicamentos para el cansancio están agotados’, ‘Si se tiende a infinito, infinito se seca’, ‘Los más felices son los jardineros porqué dicen: disfrutemos mientras podamos’, ‘Los pingüinos se emborrachan con licor del polo’, ‘El día en que los Beatles dieron un  concierto sin batería porqué Ringo No Starr’, ‘Los aros olímpicos son de cebolla’, ‘El padre de ET es Donete’, ‘Desde la torre más alta de Toronto , se ve el Torontontero’, ‘Camarero! ¿Podrían cocinarme un poco más el pollo? Se está comiendo mi arroz…’ y por último, ‘Los reyes de Marruecos siempre se tiran a la piscina porqué son de la dinastía Alagüita’.

Como ven, todo muy absurdo, pero no por ello carente de razón. De hecho, el autor lo deja claro en la introducción (por eso que el lector no se espere cosas que no son):

‘el maravilloso mundo del absurdo. No sabemos si es un acierto o un despropósito, pero una de las características del ser humano es la obsesión por encontrar significado absolutamente a todo. Si este significado no aparece por ningún lado, ya está, lo calificamos de absurdo ¡Qué osadía! Quizá sería mejor reflexionar sobre la incapacidad que tenemos como criaturas que somos para conocer todo (…) Somos limitados, no podemos entenderlo todo.’

Este libro está hecho para sonreír –aunque también arranca alguna carcajada extra-. Es un libro con el que dejarse llevar, con el que disfrutar, y lo más importante: hace que el lector olvide el estrés. Una pierde la noción del tiempo, porqué supura buen rollo en cada palabra. Es ideal si se está con un alto nivel de estrés o si han tenido un mal día. El propio autor define el libro como ‘simpático’, pero eso se queda corto, puesto que durante su lectura hace que el que lo disfrute lleve una sonrisa puesta. Y con las caras de tótem que se llevan en esta sociedad, no está de más brillar un poco aunque solo sean unos días.

‘-Sabe usted inglés?
-Sí.
-Podría decirme como se dice ‘mirar’?
-'Look'.
-Muy bien, construya una frase.
-Look, soy tu padre.’

Además los capítulos están estructurados de manera muy facilona. Cada uno hace referencia al título que les comentaba en unos cuantos párrafos atrás, eso sí, diseccionados con mucho salero y gracia. En las primeras páginas del capítulo se expone el tema, por ejemplo,  ‘El inglés y nuestra incapacidad para hablarlo’, y después se exponen datos curiosos, como –siguiendo con el tema del inglés- las lenguas más extrañas o poco habladas y dadas a la desaparición. Siguiendo de los tipos que lo practican (el políglota altavoz, el yo-yo, el solitario, vanguardista, de rebote…) para acabar con una clase absurda de afirmaciones que no tienen pérdida tipo –atención-:

‘¿Tienes una tía que se llama Carmen? Pues bien, si ‘car’ en inglés es coche y ‘men’ es hombres, podemos decir sin lugar a dudas que tu tía Carmen es un transformer.’

El nivel de alucine con este libro va a más porqué la habilidad que tiene el autor para hacer conexiones de palabras y dobles significados fonéticos (incluso combinándolas)  es para servidora todo un arte nada desdeñable. El súmmum del arte de la palabra. Supongo que hay que tener la habilidad de conectar palabras pero no puedo evitar sentir un poquitín de envidia, porqué es algo a lo que todavía no he llegado. Como sabrán, asiduos lectores, los juegos de palabras son a la literatura lo que la física cuántica a la ciencia. Ambas no están tan lejanas la una de la otra. Además como todo buen libro de humor, también las suelta, sobretodo en el contexto en que vivimos actualmente.

‘Transcurridas unas horas ya sabremos quién ha ganado las elecciones. Menos mal que tenemos periodistas que nos lo aclaran, porqué escuchando a los políticos , uno cree que han ganado todos. Y pensándolo bien hay veces que todos ellos ganan porqué los que perdemos somos nosotros.’

Por cierto ¿sabían que en Suiza es ilegal tirar de la cadena del váter a partir de las diez de la noche? Pues yo tampoco. De datos curiosos este libro los tiene a porrillo. No volverán a ganarles al Trivial.
Hay una crítica a la política, a los ‘Sálvame televisivos’ –esa prensa del corazón televisiva en que todos se dedican a gritarse-, a ir al médico, a la sociedad de la inmediatez…

‘Muchas personas de la historia deseaban ver al ser humano volar. Pero no pudieron. Nosotros lo vemos todos los días y podemos decir sin temor a equivocarnos que nos da igual.’

…al abandono de animales de compañía, al running…

‘Ahora uno se siente casi obligado porqué como digas que no haces deporte, sonríen como pensando ‘anda qué…así estás’.

…al precio de las entradas del cine, sobre viajar (si están planeando las vacaciones, se van a sentir muy identificados), sobre el gilipondismo que hay con los chefs (‘más que un plato de comida, parece que te estés comiendo un cuadro de Picasso’), o incluso como se inventó la magnificente, grandiosa, alimenticia y sucosa tortilla de patatas. Dónde se ponga la tortilla de patatas que se quiten esos platos de diseño que no llegan ni al primer molar. Además de una serie de hechos curiosos que van a aprender de más. Así da gusto leer. Sobretodo si es un libro sin pretensiones.

4/5

★★★★★

Imágenes: casadellibro.com

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