El sábado de la semana
pasada pillé el AVE (comodísimo, por cierto) para ir al Time
Talks que The New York Times
ofrecía en la ciudad de Madrid. El cartel promocional relucía con los nombres de personajes cómo: Jeremy Irons (al que acabaron echándole los tejos),
la periodista y cineasta Alyson Clayman, la directora de teatro Julie Taymor,
la cantante, compositora y pianista Tori Amos, el director español Juan Antonio
Bayona, el compositor y animador Benh Zeiltin, y finalmente la razón por la que
me desplacé 640 kilómetros de ida y 640 de vuelta: Tom Hiddleston.
Hacía
mucho tiempo que no me sentía tan emocionada. No sólo por tener la oportunidad
de estar en el Time Talks, sino también por montar en el AVE, que ya sé que parece
una tontería pero, oye, de ilusiones se vive.
Mirando
constantemente el velocímetro del tren me entretuve todo el camino, pese a que
en la tele pusieron Sin salida (película mala donde las haya de la que no vale
la pena hacer crítica) hasta la estación Las Delicias de Zaragoza, y de Zaragoza hasta Atocha.
Ay,
Madrid! Pasé por el Prado, el Thyssen, me intentaron vender algo, pasé por la
Castellana, por el museo Americano….y así hasta cinco quilómetros de pateo
hasta el hotel. Después nos enteramos que el metro estaba al lado. Toda una
odisea.
A
las 19:20 estábamos duchadas, perfumadas, peinadas, y entusiasmadas haciendo
cola delante del Fernán Gómez. La cola llegaba hasta pasadas las escaleras…Por
suerte las chicas de THLL Spain nos guardaron sitio. Entre gritos de emoción,
saltitos, ovarios haciendo de las suyas y espolvoreo de hormonas que se sentían
por todo el Teatro y los pelos de punta sólo eran un aliciente más que hacían
pasar la emocionante hora y media hasta dicho evento.
A
las 21:00 se abrieron las puertas de la Sala Guirau: y tonto el último.
La primeras ocho filas estaban reservadas, por lo que nos sentamos en la
novena. Jeremy Irons llegó con su mujer para asistir al evento de su compañero,
y fue flasheado, obviamente a destajo. Acomodadas en la silla y con el
traductor ya preparado en el canal 1 se hizo la presentación del evento
recordando que éste también se podía seguir en directo por internet. El crítico
de cine Matt Wolf y el actor Tom Hiddleston aparecieron después al compás de un
caluroso aplauso por parte de un entusiasmado y entregado público (con sus
decentes piropos, evidentemente). Recuerdo cómo si fuera ayer el “It’s amazing”
de Hiddleston al entrar en la sala y la cara de “divertimento” de Matt al hacer
lo propio.
Entrevistador
y entrevistado se pusieron manos a la obra en lo que en mi opinión me pareció
una entrevista muy acotada y con unas preguntas ya entrenadas dónde no había
sitio para la improvisación, lo que la hacía un tanto forzada. Uno de los
instantes más entretenidos fue cuándo el actor le dio una palmada (sin querer)
al micro que colgaba de la solapa de su reluciente americana negra. Puestos a
comparar vestuario entre uno y otro lo que más cantaba cuál ruiseñor eran los
zapatos. No voy a entrar en detalles de moda, pero sí diré que los de Wolf
estaban más bien hechos polvo, y los de Tom (de charol) podrían haber servido
de linterna (de lo que brillaban) por no tener no tenía ni la suela sucia, por lo que
me hace pensar que es de algún diseñador importante.
Entre
las típicas preguntas cliché sin originalidad alguna, que el actor ya está
hasta las narices de contestar, pero que igualmente para cada una de ellas se
puede tirar como cinco minutos hablando él solito, sin ayuda ninguna, me fijé
en las caras que ponía el entrevistador. Cuándo parecía que ya había acabado de
contestar Hiddleston soltaba un “but I think” y vuelta a empezar.
La
tanda de preguntas fue lo más triste del evento: sólo cuatro personas de las
doscientas y pico presentes pudieron preguntar. A mi forma de ver, las
preguntas del público son siempre las más entretenidas, ocurrentes e
imaginativas de una conferencia. Son esas en las que puedes meter entre la
espada y la pared al entrevistado, o hacerlo reír, ya que ellos no saben nunca
por dónde saldrás. He de ser sincera: yo tenía unas cuantas en la manga… El
turno de preguntas que acabó súbitamente rápido, se vio remplazado por una ola
multitudinaria de gente hacia el escenario armados con merchandaising para firmar ( impresionante el casco
de Loki) y regalos para entregar. Con el alboroto de manos alzadas y gritos
preferí, conservando mi sano juicio, quedarme en mi butaca disfrutando del
panorama. Una pena no tener palomitas.
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