Reseña: ‘Menudas historias de la historia’, Nieves Concostrina

El subtítulo es ‘anécdotas, despropósitos, algaradas y mamarrachadas de la humanidad’  y ya va, a lo tonto, por la onceava edición. Este es un libro histórico, que como reza el título, va de historias y gilipolleces varias de la humanidad. Concostrina se pasa por el forro el peñazo ese de ‘en 1548 se firmó el tratado que bla, bla, bla…’ y hace servir el humor fino para acercar la historia al lector. Yo no me puedo quejar, he tenido buenos profesores, que la explicaban como la historia que es, y ya si eso después, me montaba yo mi ‘Falcon Crest’ particular en forma de culebrón. Y una de las carreras que todavía me planteo hacer, es precisamente, historia –de hecho, quiero hacer muchas cosas y tengo muy poco tiempo, necesitaría tres vidas, por lo menos- . Se me da bien, me gusta y me gusta más explicarla, sobre todo a modo de chungueo, porqué la historia, es en muchos casos, errores garrafales, tonterías y metidas de pata, alejadas de la seriedad en la que se les enmarca en las aulas. Estoy segura que al lector que nunca le ha tenido mucha simpatía o que ha sido siempre sinónimo de tostón y siesta, le tenga repelús y le salga urticaria, pero denle la oportunidad de que este libro les reconcilie con ella. Se van a reír a destajo. 

Dividida en capítulos cortos: ‘Señor, señor…qué cruz’ (no hace falta decir que va sobre la iglesia), ‘¡Qué Momento!’ (con momentos vergonzosos y otros despropósitos), ‘A vueltas con el arte’ (el arte siempre da mucho de sí), ‘Algaradas’, ‘Amor, amoríos y chanchullos’, ‘Cuestiones mundanas’, ‘Presidiarios, asesinos y asesinados’, ‘Descubriendo, investigando’, ‘Ilustres, cada uno a su manera’, ‘Malaventuras’, ‘Mamarrachadas’, y ‘Revoltosos’.  Cada una de éstas con mini capítulos cortos de no más de página y media dedicados a personajes o a hechos históricos que salieron un poco –bastante- mal o de chiripa.  

El libro recoge, no la historia seria que dan en las escuelas y en bachillerato, sino un anecdotario con grandes toques humorísticos recogido en varios despropósitos, coincidencias, exageraciones, curiosidades y difamaciones. Canela fina, oigan.

Nieves Concostrina (1961) es periodista y ha escrito ocho libros con esa forma de humor como ‘Se armó la de San Quintín’, ‘Polvo eres…y en polvo te convertirás’ y una novela más seria, ‘Antonia’. El libro recoge los hechos históricos más curiosos de la historia universal: Adolf Hitler candidato a Nobel de la Paz, ¿El marqués de Sade, padre del sadomasoquismo, era sensible? (este es un guiño para todos aquellos que le dan a la literatura erótica/guarra sin tener ni puñetera idea de su etimología histórica. Venga, va por vosotros), ¿Quién fue la última víctima de la Inquisición?, ¿Hay algún Borbón que haya sido inteligente?, ¿Porqué la Venus de Milo se la quedaron los franceses si se encontró en Grecia?, ¿Qué fue de los templarios?, ¿Porqué el panteón está que se aguanta a dos velas?, ¿Era el Séptimo de Caballería unos cobardes?, ¿Quién se escondía bajo el hombre de la máscara de hierro si no era Leonardo Di Caprio?

Desde luego, si lee este libro tiene más probabilidades de 1) aprender cultura general, que nunca va mal y 2) que no te ganen al Trivial o al ‘Quién quiere ser millonario’. Yo estoy deseando jugar con alguien pero siempre me sueltan eso de ‘Iris, no que me ganas’. Snifff. Así que una se pasa al parchís o al Monopoly. Hasta el canario se ha negado a jugar conmigo al ajedrez…Bueno, a lo que iba.

La autora ha trabajado en ‘Diario 16’, ‘Antena 3’, ‘Vía Digital’, ha sido redactora jefe de la revista ‘Adiós’, en noviembre de 2005 emitió el espacio ‘Polvo eres’ en Radio 5. Colabora en RNE, en el programa ‘No es un día cualquiera’ y hace las efemérides del día en el informativo 24 horas. En 2005 le dieron el Premio Andalucía de Periodismo en Radio, y en 2010 el Premio Internacional Rey de España de Radio por un programa sobre ‘El Quijote’. Es miembro del Consejo de Dirección del Instituto Quevedo del Humor, dependiente del Patronato de la Fundación General de la Universidad de Alcalá. El libro se lo dedica a su hermana y antes que el lector lo empiece a devorar y a reírse un rato largo, hay un agradecimiento a Jesús Pozo y una dedicatoria que dice así:

‘Quiero dedicar este libro a todos los profesores de historia que me cayeron en suerte durante mi esponjosa infancia y que se empeñaron en hacerme aprender de memoria tratados, concilios, fechas, y retahílas de reyes que yo olvidaba en el primer cuarto de hora de recreo con mi bocata de fuagrás en la mano. Con su falta de entusiasmo, me hurtaron la diversión y la simpatía que la historia guarda entre líneas y que, sin duda, me hubieran ayudado a situarme en el tiempo y en el espacio, a comprender y a hilar acontecimientos, más allá de sesudas conclusiones que había que plasmar en un examen. Ninguno sonrió jamás en clase. Va por ellos.’

Díganme que nunca han pensado que si esa historia que les ha explicado ese profe tocha, que a todos nos ha caído alguna vez,  lo hubiese hecho otro que explicase la historia como es, es decir en modo ‘Jane the virgin’, les habría calado mejor. La siguiente página es una nota de la autora explicando que se pasa un poco las fechas y los datos por el forro porqué

‘aunque las fechas señaladas intentan ser exactas y contrastadas, la consulta de distintas fuentes lleva sin remedio a localizar varias para el mismo acontecimiento. No lo tengan en cuenta. Día arriba, día abajo no cambiaría el curso de la historia. Ejemplo: Franco habría sido igual de nefasto si se hubiera pronunciado el 18 o el 20 de julio’.

550 páginas de despiporre histórico que es la ejemplificación que el ser humano es muy tonto. Mucho. Pero a resultas del chiste del anecdotario histórico hay varios puntos que fallan, y que cito a continuación. Como por ejemplo, por lo que no paso es por la página 284, que en el capítulo ‘Inaugurando el Camp Nou’ (el campo de fútbol del Barça) dice lo siguiente:

‘Barcelona amaneció engalanada. Lógico, era el día de la Merced, la patrona.’

En este punto me atengo a lo que dijo un famoso político catalán: ‘mi nombre es así, aquí y en la China popular’. Es decir, cualquier periodista sabe que los nombres no se traducen. Lo enseñan en primero de carrera. Y la patrona de Barcelona se llama Mercè. Ni Merche, ni Merced. Mercè. Con C y acento abierto en la E. Aquí y en la China popular.

El otro pero viene por el comentario de la página 391. Si se están preguntando si me lo apunto todo, es que sí. En dicha página, un capítulo dedicado a ‘Isabel y María, dos reinas a la greña’, dice así:

‘La escocesa era María Estuardo y la inglesa, Isabel I, la reina virgen y con un genio endiablado ya imaginan porqué’.

No. No lo imagino. ¿Porqué? Ah, que nos quiere dar a entender que tenía mala leche porqué todavía no había tenido sexo. Claro. Ahora lo entiendo. Las mujeres tenemos mal carácter sino. Claro que sí.  Qué vergüenza ajena que una mujer diga eso. Qué vergüenza para el género, para la igualdad y para el feminismo. No se lo habrán dicho todavía, pero ya se lo digo yo: esta frase es machista y misógina. ¡Ahí, sí, esa! Hay otras formas de apelar al mal carácter sin usar la prototípica excusa de que si no tienen la regla es que están mal copuladas. Hay líneas rojas para hacer humor y el machismo es una de las que no se deben tolerar. Siendo periodista, ya debería saber que vivimos en un patriarcado y que esas patrañas de frases son ultrajantes, para la autora, como mujer y para el resto de compañeras y compañeros que luchan por la equidad de género cada día. Ese mal chiste, si se le puede llamar eso sin caer en el insulto de los que se dedican al humor, se lo podría haber guardado en el bolsillo. Y más si se tiene en cuenta que la autora colabora con la plataforma ‘Porquétecallas’ contra la violencia machista. Todo un despropósito.

Dicho lo cual, estas son mis dos quejas. Pasemos a los datos. Hay varios que me han sorprendido. Por ejemplo, la condena de Galileo (el señor que dijo que la Tierra giraba alrededor del Sol y que los de la Inquisición decían que la Tierra era el centro del universo, porqué lo decían las Sagradas Escrituras, razón por la cual lo querían abrasar cuál calçot a la barbacoa). Galileo defendía a teoría de Copérnico (si quieren más datos, pueden leer ‘El enigma de Copérnico’, de Jean Pierre Luminet) y eso pues sentó fatal, tanto que los Dominicos (‘perros del señor’, literalmente, traducido del latín) se chivaron. Pese a que Galileo se retractó para salvar el cuello, cumplió condena. Eso sí, la Iglesia, lo rehabilitó tres siglos después. Juan Pablo II ‘disculpó a los teólogos cazurros que lo hicieron porqué lo hicieron sin mala fe’. Claro, hombre. Claro. Si es que son todos unos buenazos. Que se lo digan a las víctimas de la inquisición.

Tampoco tenía conocimiento que Calderón de la Barca, libertino acérrimo, dramaturgo y gamberro tiene una extensa obra, cinco veces superior a la de Shakespeare. ¿Y a quién lee la gente? A Shakespeare. Empiecen por Claderón, que uno no se lo acaba.

En la página 498 pone que ‘predecir un terremoto, es hoy por hoy, ciencia ficción’. Esto no es bien bien cierto. Y vuelvo a señalar las imprecisiones de la autora. Verán, no se puede predecir para un día o un mes concreto, pero sí calcular la probabilidad de riesgo sísmico que afecta a las fallas (las fallas chocan y se montan una encima de la otra, de aquí el terremoto) y el lugar determinado. Aunque es remoto, es un avance, lo que sí hay son dispositivos que alertan. Son una red de acelerómetros. Por cierto, los sapos detectan las señales pre-sísmicas. Sería cuestión de poner unos cuantos.

Finalmente, como la historia la han escrito siempre los hombres, faltaba un poco de heroicidad femenina, y he elegido a Agustina de Aragón, una guerrera que llegó a subteniente de infantería. Tampoco podía acabar esta reseña sin nombrar a Eulalia de Borbón, hija de Isabel II, que les salió rana a la familia real, porqué era lista, respondona, feminista, y divorciada. Publicó ‘Au fil de la vie’ (Al hilo de la vida) una obra en la que defendía el divorcio y la independencia de la mujer. Alfonso XIII, que era Rey de España en esos años, prohibió el libro, y claro, llegó de contrabando y fue un éxito de ventas. Eulalia tenía ideas propias y encima, las publicaba. Su inaceptable progresismo la convirtió en la oveja negra de la familia porqué ella rechazaba las apariencias cuándo ‘las apariencias eran precisamente lo único que se mantenía en esa casa’.

Antes de finalizar, la reseña tengo que hacer especial mención a un personaje que sale en la página 544: ‘El timbaler del Bruc’. Aquí en Catalunya a este señor se le tiene en gran estima, es una leyenda, porqué hizo que los franceses huyesen con el rabo entre las piernas armado sólo con un tambor. El timbaler, subido en el risco del Bruc (Anoia, Catalunya Central, Barcelona), aprovechó la resonancia de las montañas de Montserrat (esas que se deberían haber quedado bajo el lago en el cretácico) e imitó el toque de un ejército, los franceses creían que se les venía encima un montón de hombres y pusieron pies en polvorosa. Aunque se dice que en realidad, fueron dos timbalers y un trompeta. Sea como fuere, es el ejemplo perfecto, de que el ingenio y la inteligencia son superiores a la fuerza bruta de las armas.

Por si la quieren saludar estará firmando libros el día de Sant Jordi (23 de abril) en Barcelona. Aprovecharé para comentarle lo del chiste misógino.
 

4/5

★★★★★

Imagen: casadellibro

Related Items Acurrúcame entre palabras Cultura Libros